Hace mucho que quiero hacer diarios, yo también como profesora, en los seminarios que dicto. Sin embargo, no es fácil, principalmente por la cantidad de tiempo que requieren, pero también por muchos tabúes sobre la figura de la profesora (o "el profesor"): no mostrarse vulnerable, falible, no mostrar que se tienen emociones, deseos, expectativas respecto de los procesos pedagógicos, y en cambio mostrarse sabiéndoselas todas, en control de todas las situaciones, de todas las alternativas de acción, teniendo todas las respuestas. Cambiar las prácticas pedagógicas con las que aprendí yo misma no ha sido fácil, ha implicado poner muchas cosas en riesgo, sobre todo en los puntos en los que los cambios y las pruebas que quiero hacer están vinculadas con los prejuicios de género, de raza, de clase, en la filosofía; o aquellos vinculados con la figura todo poderosa del maestro y los filósofos que deberíamos leer.
En esta ocasión, me voy a dar la oportunidad de probar, de tomar el riesgo. Desde que inicié con la propuesta de experimentación en escritura hace unos años, y desde que estoy implementando la estrategia de diarios me he encontrado con cosas maravillosas. Con una riqueza personal, íntima, con voces llenas de creatividad, de comprensión de los problemas, con tantas cosas por aprender yo, como profesora, de quienes me acompañan en el proceso pedagógico y filosófico. He encontrado que poner una suerte de velo y de distancia entre esos roles (pues eso son, roles) nos ha hecho perdernos de un diálogo más auténtico (no encuentro otra palabra para expresarlo), más entre seres que piensan y sienten en común, y menos acartonado, menos un juego de rol de la verticalidad en la producción de saber, y en las relaciones de poder dentro del aula.
Voy a empezar, sin muchas pretensiones, contando mi experiencia como profesora. Además, porque nos encontramos en un momento difícil, en una crisis de escala planetaria que nos deja muchas cosas que pensar. No tengo las respuestas, ni siquiera sé si puedo formular las preguntas más importantes, más relevantes. Sí sé que puedo consignar aquí las preguntas y los temas que más me persiguen, me acechan, me inquietan. Por lo pronto dejaré planteado solo lo siguiente: ¿tienen sentido seguir haciendo filosofía en este mundo tan devastado ecológica y humanamente, tan desigual, tan injusto, tan lleno de hambre, crueldad y miseria? ¿tienen sentido, por ello mismo, seguir apostándole a la educación y la enseñanza de la filosofía?
Profesora Diana muy valiosas sus letras, y lo digo en el sentido de la posición de desazón que enuncia desde su rol social y todo lo que implica hasta el punto de poder cuestionarse así misma por encima de todo esto, de la sociedad misma. Eso me hace pensar que siempre ese profundo grado de humanidad que llevamos por encima de cualquier vestidura social nos hará actuar desde nuestra cruda humanidad, que finalmente puede que no tenga mucho que ver con la sociedad misma. Leer esto me hace pensar en mis propias situaciones de ruptura con el mundo, y déjeme decirle, que hay algo que siempre me digo a mi mismo y es lo que me ayuda a responder las preguntas que me hago en soledad contemplativa, y es la afirmación de mi humanidad, la creencia en MI filosofia y Re afirmar mi auto-educación por encima de todo.
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